Jacob toma ahora en sus manos, un cáliz elaborado en oro, que se cree es el mismo oro de la legendaria Arca de la Alianza del pueblo hebreo y el cual era parte de los objetos utilizados por un supuesto alquimista europeo. Se cuenta que a mediados del siglo XV, este alquimista enloqueció y se arrojó desde lo alto de una torre, después de beber una fórmula secreta elaborada con vino artesanal en el mencionado cáliz. También, que el cuerpo del alquimista nunca fue encontrado, ya que se habría convertido en un viajero del tiempo, ignorándose a qué época se trasladó.

Pensando en la veracidad o lo que estas leyendas realmente puedan significar, sus pensamientos se debaten entre usar la pequeña daga y así acabar con el dolor y encontrarse en otra dimensión con su prometida Samanta o beber la supuesta fórmula secreta que quizás lo llevaría atrás en el tiempo y de este modo, evitar la tragedia recién ocurrida. La supuesta fórmula secreta del vino, le fue entregada a su padre cuando adquirió el cáliz a un nómada árabe en las llanuras desérticas de Irán. La misma está escrita en un raro dialecto parecido al de los antiguos sumerios y se mantiene oculta en un diminuto compartimiento secreto debajo de la base del cáliz.

Esta fórmula fue supuestamente decodificada por la misma Samanta, quien se interesó tanto por la misma, que no se cansó de estudiar, investigar y aprender todo lo necesario para dar con la traducción del pequeño escrito. Después de dedicarse a analizar y probar los componentes que según lleva la fórmula, llego a la conclusión de que la misma sería un potente veneno y la ampolla, conteniendo la única muestra del brebaje preparado, es ahora parte de los objetos que conforman la excéntrica colección.

Jacob toma la daga en una mano y la ampolla con el brebaje en la otra. Mientras derrama lágrimas sin cesar, toma la decisión de, o volverse un viajero en el tiempo o acabar con su vida, bebiendo el líquido contenido en la ampolla. Con el corazón y su alma terriblemente deprimidos, coloca, parsimoniosamente, la daga fuera de su funda frente a si y cuando está a punto de romper la ampolla, una voz lo sorprende:

— ¡El único lugar a donde te llevara eso, será el cementerio!

Con los ojos inundados, levanta la mirada y frente a la claridad dejada por la puerta abierta, Samanta, vestida con lo que parecen ser harapos viejos, la apariencia de tener viviendo varios años en las calles, lo mira sonriente y, mientras sostiene un hermoso anillo de color negro, le dice:

— ¡Lo encontré!