— Hagámoslo, estoy contigo amiga, — le dice Andrea, la aventurera y decidida amiga de Claudia y ambas, armadas con varias linternas en caso de que llegase a fallar la luz, bajan las escaleras hacia el sótano.

Un poco asustadas, revisan cada rincón del sótano, buscando alguna pista que las ayude a develar el misterio. Luego de un largo rato de estar en el sótano, Claudia expresa:

— Aquí no hay nada, creo que aún se burla de nosotros.

— Tal vez no esta a simple vista, — responde Andrea, mientras pasa sus manos por las paredes, tanteando en diferentes lugares y buscando algo inusual. Cuando golpea la pared cerca de una de las esquinas, al lado del cajón de la electricidad, se da cuenta de que el sonido del golpeteo es diferente, indicando un lugar hueco. Luego, pasa sus manos en esta zona y descubre una pequeña hendidura, imperceptible por la pintura.

— ¡Consigue algo con filo, aquí debe estar lo que buscamos! — exclama Andrea mientras asegura el lugar exacto del área hueca tras la pared.

Claudia se retira a la cocina y regresa con un gran cuchillo. Andrea lo toma y comienza a hundirlo a todo lo largo de la hendidura, descubriendo un rectángulo del tamaño de una persona. Trata de abrir la cavidad con el cuchillo, pero se le hace imposible. Después de un rato de estar intentándolo, deciden usar herramientas más pesadas y, con un martillo y una barra, logran hacer ceder un poco lo que parece una gran tapa de madera.

Las dos mujeres se esfuerzan y haciendo palanca con la barra y uniendo su empuje, hacen saltar la gran tapa de madera cubierta de pintura. En ese momento, ambas caen al piso y dejan escapar un grito de espanto.

Tras la tapa de madera, descubren una especie de marco cubierto con lo que parece una tela de terciopelo rojo. Pero en el centro de la tela, dibujado en color gris, una enorme figura de una cabra con grandes cuernos. Al ver el tenebroso cuadro y paralizadas del miedo, Claudia y Andrea se abrazan en el suelo.

Unos breves momentos después, el sepulcral silencio que había invadido el sótano, es roto por los gritos de Claudia, quien, con cuchillo en mano y armada de valor, la emprende contra la figura dibujada en la tela. — ¡Basta ya, es suficiente!, — grita mientras desgarra la tela y pocos segundos más tarde, se queda petrificada en inmóvil, contemplando algo totalmente inaudito.

Andrea, que aún seguía en el piso, se sorprende por el extraño comportamiento de Claudia, quien, luego de atacar iracunda la figura en la tela, se había quedado inmóvil después y ahora, reía y lloraba al mismo tiempo. Luego de erguirse y colocarse al lado de su amiga, también queda felizmente impactada.

Las dos mujeres se miran en el espejo que se ocultaba tras la tela roja, el cual tenía en la parte superior, la siguiente inscripción: "! Boooo!! !Te engañe otra vez! ! Ja, ja, ja!!"

— ¡Es un /&$%/& desgraciado! — exclama Andrea, mientras ríe a carcajadas.

— ¡Sí que lo es! — responde Claudia, con lágrimas en sus mejillas y una enorme sonrisa. — ¡Donde sea que este, sigue siendo un desgraciado sin remedio!

Claudia y Andrea salen del sótano, abrazadas y felices, sabiendo que si en la casa hay un fantasma, este será un fantasma muy divertido.