Emilia y aquel amable y apuesto caballero, compartieron una velada muy especial. De alguna manera, sentía que lo conocía desde siempre, pero algo que sintió muy diferente en él hizo que sintiera una atracción un tanto distinta. Sintiéndose como si estuviese viviendo un pasado que amaba en todos sus aspectos, abrió su alma ante aquel hombre que se mostraba con un afecto único y sublime.

Discutió con este hombre los detalles del porqué y el cómo del final de su relación y él se mostró muy comprensivo, entendiendo perfectamente esos detalles y aportando ideas, sugerencias y acciones que pudieran lograr el reavivamiento del amor entre ellos, el cual consideraba no estaba perdido.

Emilia no solo se sintió liberada de un gran peso, sino que pudo entender y comprender mucho mejor algunas situaciones que motivaron el quebrantamiento de la relación con Arturo. Aquel hombre le mostró muchas maneras en las que podrían hacer que su amor floreciera y se mostró dispuesto a ser parte de ese renacimiento, que se estaba dando como resultado de ese viaje en el tiempo que estaba viviendo ella.

Finalizada la velada de la cena, Emilia, sumamente relajada y plena, junto al hombre, caminaron hasta la playa y con sus pies descalzos, disfrutaron de un paseo a la luz de las estrellas, con el agua humedeciendo sus pisadas sobre la arena. Al llegar al mismo lugar donde, hacía seis años, ella y Arturo se habían dado ese primer beso, la pareja se encontró frente a frente. Sus miradas se cruzaron y con ese nerviosismo inquieto, con la misma emoción e intensidad de esa primera vez, se besaron profundamente.

Fue un beso que diluyó, en un instante, todas esas inquietudes y desencuentros del pasado. Luego de aquel profundo beso, Emilia miró el rostro del hombre que la sostenía tibiamente en sus brazos. Con lágrimas en los ojos, tenía frente a ella al Arturo del presente, el mismo que, en esa especie de viaje en el tiempo que acababan de vivir, la había conquistado de nuevo. Sus miradas reflejaban el poder del amor y el perdón, que es capaz de cruzar espacios y épocas para, con su inquebrantable fuerza y valor, reparar y unir a dos almas con sus lazos de absoluta verdad.