At the end of work, Mario hardly tasted any food and preferred to relax in bed. When he opened the video window, the first video that appeared was the one of that clown. Without giving him a chance to make a sound, he slid his finger over the screen, but again, a new video of the clown appeared with a mischievous and demented smile. Thus, as if they were playing cat and mouse, every time Mario tried to watch a video, the image of the clown appeared with the coldest and iciest of smiles, as if deep down, not only Mario, but also the clown was getting tired of that persecutory and obsessive game.

Mario stayed like that for hours and hours, with his eyes bloodshot and his hands full of adrenaline, passing videos and videos of that clown as if it were a nightmare. He did not realize that it was dawn and that time was passing quickly, because in Mario's head only lived juxtaposed images of clowns that multiplied like a great army.

They say that months later, at the request of the neighbors, when the authorities broke down the door, they found Mario in his room, laughing like a madman looking at the phone screen and that the turned off phone only showed Mario's face, haggard and sad, like a circus clown.

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends

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El podcast del payaso
Encerrado en su cuarto, luego de un largo día de trabajo, Mario se puso a mirar algunos videos en su celular. Como un pájaro negro, las manecillas del reloj daban vueltas en señal de que el tiempo avanzaba y a pesar de la hora, Mario seguía despierto. El hombre, con ojos trasnochados, sonreía ante la pantalla, con videos bobos y ocurrentes. De pronto, en la pantalla del móvil apareció el rostro de un payaso que intentaba hacer reír con sus ocurrencias:
_¿Cuál es el baile favorito del tomate? –preguntó el payaso mirando a la cámara y sin esperar respuestas, respondió- ¡La salsa! –entonces el sonido de una risa grabada se dejó escuchar y el mismo payaso emitió una carcajada que intentó contagiar a todos los espectadores. Pero Mario permaneció serio, contrariado y hasta con una mezcla de rabia y fastidio:
_¿Cómo alguien puede reírse con tan estúpido chiste? -se preguntó Mario y miró por largo tiempo al payaso como si realmente estuvieran frente a frente. Luego, como si nada, deslizó su dedo sobre la pantalla y siguió viendo videos en la red.
Al día siguiente, Mario salió temprano del trabajo y luego de cenar, se dirigió a su habitación para echarse a la cama y allí hacer lo que se había convertido en un vicio: comenzar a ver videos divertidos y esperar que el sueño lo venciera. En eso estaba cuando de repente, volvió a aparecer en la pantalla el payaso de la noche anterior:
_Sé que ayer no te reíste con mi chiste. Por eso hoy te traigo otro- dijo el payaso mirando fijamente a la pantalla- ¿Por qué el libro de matemáticas se puso a llorar? –y nuevamente, sin esperar respuesta, volvió a contestar:
_¡Porque tiene muchos problemas! –y el payaso soltó la carcajada y el ruido grabado con mil risas se empezó a escuchar ante un Mario tieso, incrédulo, por la falta de gracia del chiste y de aquel payaso que le parecía insulso e imbécil. Como en la noche anterior, deslizó el dedo índice por la pantalla y vio otros videos más interesantes.

Pero esa noche, Mario tuvo pesadillas: el payaso era una sombra que lo perseguía y cuando finalmente lo alcanzaba, le halaba las piernas y luego comenzaba a contarle chistes y a enseñarle sus encías desdentadas en una carcajada infinita. Mario no reía, solo lloraba como si fuera un niño con traumas de otras vidas. Entre sollozos, al final de un viejo cuarto con una oscuridad sobrenatural, Mario era el único espectador de una función extraña: el payaso repetía un monólogo y comenzaba a desprenderse del suelo, con el pelo revuelto, los ojos extraviados y rojos y con una voz subterránea y amorfa:
Quién es más grande: el sol o la luna? – preguntaba el payaso con una sonrisa histérica y enseñando una lengua afilada- Es la luna porque la dejan salir de noche. Jajajajajaja- reía el payaso con una carcajada que traspasaba las paredes. En eso Mario despertó súbitamente sintiendo que tragaba vidrio molido y que había corrido mil kilómetros en un segundo.
Esa sensación de angustia y cansancio persistió en todo el día. Por momentos, en plena faena laboral, Mario escuchaba las risas grabadas como si tuviera un martilleo en la cabeza y miraba de lado a lado para ver si sus compañeros también escuchaban lo mismo. Pero no: Los otros hombres seguían concentrados, como autómatas, en su trabajo, ausentes del entorno.
Al final del trabajo, Mario apenas probó alimento y prefirió relajarse en la cama. Al abrir la ventana de videos, el primer video que apareció fue el de aquel payaso. Sin darle chance a emitir sonido, deslizó el dedo sobre la pantalla, pero nuevamente, un nuevo video del payaso apareció con una sonrisa traviesa y demente. Así, como si estuvieran jugando al gato y al ratón, cada vez que Mario intentaba ver un video, aparecía la imagen del payaso con la más fría y helada de las sonrisas, como si en el fondo, no solo Mario, también el payaso se estuviera cansando de aquel juego persecutorio y obsesivo.
Así estuvo Mario por horas y horas, con los ojos inyectados de sangre y con las manos llenas de adrenalina, pasando videos y videos de aquel payaso como si fuera una pesadilla. No se dio cuenta que amanecía y que el tiempo transcurría velozmente, porque en la cabeza de Mario solo vivían imágenes yuxtapuestas de payasos que se multiplicaban como un gran ejército.
Dicen que meses después, a petición de los vecinos, cuando las autoridades derribaron la puerta, encontraron a Mario en su habitación, riendo como un loco mirando la pantalla del teléfono y que el teléfono apagado, solo mostraba, el rostro de Mario ojeroso y triste, como un payaso de circo.